El encendido del horno se realiza al atardecer y se mantiene ardiendo de manera continua durante 24 horas. Este proceso es fundamental para alcanzar la temperatura necesaria para la calcinación de la piedra (entre 900 y 1000 grados Celsius). Durante este tiempo, se monitorea constantemente la intensidad de la llama y se agrega combustible (aulaga) cada pocos minutos para mantener la temperatura estable. Es crucial evitar que la llama se apague o que el horno se sobrecaliente, ya que esto podría dañar la estructura del horno o provocar una calcinación desigual de la piedra.